Frida, por Pablo

Como obra cinematográfica, Frida en una magnífica película. Pero ¿Dónde está Frida Kahlo? Esta no es una película de Frida, es una película de la Fridomanía. Un fenómeno mercadológico que ha traducido como chisme escandaloso o como algo exótico la imagen de Frida, quien lejos de reclamar fama y atención, buscaba identidad propia en su tierra, con su gente y sus creencias. No es que la película diga lo contrario porque no lo hace, la película en sí, es lo contrario.

¿Vale hacer una película mexicana en inglés para que sea mejor entendida (o más vendida) en el extranjero? La bella actriz y productora se ha preocupado por difundir la cultura mexicana en el mundo, en el caso del Frida, ¿es bueno o malo? Salma es de carácter fuerte, sin embargo, logró una película inmadura.

Una de las grandes aportaciones de Frida al mundo fue su visión de la vida. Amor y sufrimiento intensos hicieron de ella una figura tan excéntrica como encantadora. La balanza del interés y gusto de los “intelectuales” siempre se ha inclinado a lo conflictivo, a lo oscuro y lo extraño. Frida tenía parte de esto, la diferencia con la gran mayoría, es que lo vivía, lo sufría y lo pintaba. Dijo Salma que la película es una historia de amor, no una biografía, en tal caso, hay muchas cosas que le sobran a la cinta: Trotsky, el accidente, la militancia, entre muchas otras. Qué peligroso es filmar una biografía porque nunca puede ser totalmente imparcial, siempre estará la visión y el interés del realizador por exaltar ciertos aspectos de la vida del personaje.

¿De qué se trata el arte?
¿De reflejar la realidad, recomponerla, interpretarla?
¿De vendar? ¿De hacer comprar?
¿A qué se le llama arte? ¿Para qué se le etiqueta?
¿Para qué sirve el arte, si es que existe?
¿Para qué?

Parece ser uno de los misterios sin resolver. Hoy día, cualquier cosa es arte, una verónica, una chilena, un platillo exótico o un buen vino.

Frida no hacía arte, plasmaba en el lienzo su mundo interno, convulso y sincero. Es la forma más pura del surrealismo, fantasía y realidad componen los temas que pintó. En principio sin pretensiones de trascender o ser admirada, quizá, con afán terapéutico o como necesidad expresiva. Sus motivos siempre fueron ella, desde una mariposa, un colibrí, un ciervo o ella entre venas, corazón y sangre. Su fuerza interna fue el motor de su creatividad. Siempre inquieta y comprometida consigo misma, con su mexicanidad, su judaidad y la exaltación de los valores humanos. No fue la mejor pintora, incluso se rumora que Diego metía mano en su pintura, pero lo cierto es que su obra refleja la problemática de su condición y ella, nadie más que ella, lo pudo pintar. Su felicidad la regalaba a la gente.

En la película, nos dan estos elementos dramáticos a través de su pintura, no de su vida. No es por demeritar la capacidad narrativa de la directora Julie Taymor, a veces inocente en contenido pero dinámica en forma, tiene una plasticidad importante en sus tomas en un juego visual entre la Frida del lienzo y la representada por Salma, a quien, por cierto, le falta desprenderse de su vida para interpretar cualquier personaje en la pantalla. No es mala, es simple-mente, Salma.

Recostada frente a un espejo, Frida vivió y pintó, un espejo que brillaba desde adentro para externar símbolos elocuentes y precoses que gritaban su amor por la vida y el rencor por su suerte. Nada, más que su pintura, lo puede demostrar, ni siquiera una película.

José Martín Sulaimán

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Frida (Frida)

Frida
(Frida)