Héroe, por Pepe

Spoilers
“Jet Li, ja, el gancho, claro”, pensé pero desde la primera escena de la película, mis neuronas, hormonas y todos mis sentidos no se alejaron de la pantalla que causó uno de los mejores placeres que he tenido en muchísimo tiempo. “Esta película es una joya” decía Bere y yo, extasiado aún, sólo atinaba a decir “sí, qué bruto”.

Es lógico relacionar Héroe con El tigre y el dragón (Ang Lee, 2000), pertenecen a una manera de hacer cine, donde se mezcla lo mejor de la narrativa, filosofía, fotografía y el mundo comercial, para hacer una película histórica, inteligente y muy, muy bien fotografiada. “¿Pero qué es eso de tipos que vuelan por los aires? Es ridículo” dice mi hermano, yo le digo que la maldición de muerte de las tumbas Egipcias no es más cierta que los maestros del Kung Fu volando por los aires o los poderes de Merlín, es la filosofía que está atrás de los sucesos lo que es verdaderamente fascinante. Bajo la mejor tradición del trovador, el juglar y los cuentistas, el director Yimou Zhang crea una obra de arte, recoge lo mejor del acervo cultural para adornar la historia con elementos plásticos y simbólicos, para armar la perfecta bomba narrativa, expresiva e interpretativa de un período de la historia de su país. El Kung Fu como forma de vida, como religión adquirida, como única manera de concebir el mundo en el más honorable de los terrenos.

Cada secuencia es abordada desde un esquema de color donde el director establece, de acuerdo a los conocimientos generales de la gente, el estado de ánimo de lo narrado; Rojo-la mentira y lo malo, negro-lo dudoso, verde-lo condescendiente y blanco-lo real. Para cada secuencia se utiliza el vestuario y adornos del set en uno de los colores
mencionados. El color en esta coreografía de movimiento, en este diseño de producción excepcional, eleva la narrativa a terrenos que los cineastas solo sueñan lograr, donde pocos, como Ingmar Bergman, han estado; Lleva la visión a plataformas sublimes y nos cuenta una historia tan mágica, que parece anecdótica, parece que el director la vivió.

Cabe recordar las escenas de batalla creadas en El señor de los anillos (2001-2003), aquí, igualmente fantasmales pero realmente impresionantes, vívidas peleas que se desarrollan en el campo de lo imaginario, la meditación retoma su importancia que transgrede lo material y ocupa un puesto importante en la realidad. Parados en guardia uno frente al otro, Sin nombre (Jet Li) y Cielo (Donnie Yen) pelean en sus mentes hasta que deja de sonar la música de un viejo que los acompaña en su combate imaginario, ambos abren los ojos y de un solo tajo de la espada termina la pelea. Qué maestría para manejar los combates.

Agua, luz, viento, fuego y tierra son utilizados meticulosamente como los elementos de nuestra tierra, de la vida misma, caligrafía que se practica en cajones de arena, escritura efímera como todo lo que conforma la vida y a la vez, vital como “nuestra tierra”, ahí está la cultura y educación del pueblo y por ende, la grandeza del imperio.

Sin nombre debe matar al Rey de Qin (Doaming Chen), emperador de la China
pre-unificada, para ello, le tiene que narrar cómo fue que mató a los asesinos más peligrosos que planeaban su asesinato y con cada historia, se acercaba físicamente al Rey hasta que estuvo a 10 pasos, distancia donde lo podía matar y el único obstáculo para hacerlo, fue la verdad. En este intercambio de versiones de la realidad, Qin impone su voluntad sobre el deseo del asesino, en una espléndida batalla verbal, de verdades y mentiras, deducciones e intrigas. Entró a ver al rey como el héroe que se creía que era y al final, se convirtió en un héroe real y una causa poderosa en la unificación del país.

Inteligente, majestuosa, imaginativa, deslumbrante y comprometida. ¿Qué más se puede pedir de una película? Sí, algo más, QUE NO SE LA PIERDAN

José Martín Sulaimán

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Héroe (Hero)

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